
Intento indagar sobre la mal llamada “clase media” perforando el tema sociológico para entender el comportamiento político y su desenvolvimiento histórico.
La sociedad humana, desde el punto de vista de la economía, se divide entre ricos y pobres.
De esta dualidad antagónica, la denominada clase media, pertenece al sector de los pobres. De hecho todos los ciudadanos de clase media en algún momento de la genealogía fueron pobres. La clase media es en sí misma inexistente. Podríamos hablar de distintos grados de pobreza, incluso es posible arrancar desde la indigencia, continuar con los pobres, con distintos grados de pobreza, y terminar en los mejor posicionados hoy denominados clase media y clase media alta. En adelante nos referiremos solamente a los dos últimos, quienes en principio tienen la característica de su propio extrañamiento.
La explicación más elemental para definirlos como parte de los pobres es que no son ricos.
Ser rico se es desde siempre, una aristocracia histórica que no se relaciona con la producción ni con el movimiento económico de los países. Los ricos son herméticos y tienen una clara conciencia de su pertenencia.
¿Por qué existe la clase media entonces?
La clase media, también conocida como burguesía, es un emergente de la industrialización y de la división del trabajo que viene con la modernidad. Hace anónimo al mundo social y provoca una automatización del desarrollo cultural. Esta automatización está llegando a lugares donde nadie quiere estar pero donde se llega inexorablemente.
Este avance de la modernidad, con el consiguiente aumento poblacional, el desarrollo de la industria y la aparición de necesidades nuevas, provoca la urgencia de crear una suerte de tercera clase, para que la misma realice todo lo que la clase alta no está dispuesta a asumir, debido esencialmente a su condición parasitaria.
Es muy difícil entender que se pertenece a una clase que se menosprecia, hablar como si se hablara desde afuera y pertenecer, sin tener conciencia de ello.
El típico burgués mira con desprecio al pueblo por extrañamiento. Admira a los ricos, esperando pertenecer algún día y no se hace cargo de su desclasamiento.
Dentro de la lógica y dinámica de la cultura contemporánea, la actitud de esta clase choca de frente con su origen, para colocarse dentro de una tradición ajena, incluso contraria, dándole continuidad a las formas extrañas y siendo instrumento de esa oposición esencial que deja la huella profunda de un legado trágico.
La clase media, especie de amortiguador que frena el avance social, no tiene interés en la política porque no se siente representado en la misma. Es un espacio ajeno que solo lo motiva a identificarse con los intereses que no le son propios. La cultura se desarrolla desde el lugar equivocado porque la clase dominante necesita idiotas útiles forjados en las universidades, que creyendo defender sus intereses, defiendan los intereses de los otros.
Este esquema causal donde se manifiesta la dualidad antagónica: ricos/pobres; civilización/barbarie; unitarios/federales ha marcado a fuego la historia y el destino de un proyecto nacional.
Esta burguesía ilustrada, amparada en el positivismo y la ilustración ha estado ajena a una conciencia nacional para encaramar una suerte de conciencia universal inclusiva a lo foráneo y exclusiva a lo autóctono.
Los actores sociales pertenecientes al país profundo y federal son vistos como barbarie mientras la oligarquía vernácula y la burguesía extranjerizante son vistos con admiración en su defensa irrestricta de todo lo que viene de afuera, otrora de Europa hoy de Estados Unidos, mientras los criollos son desterrados de su propio terruño.
La idea de la política acompaña este pensamiento. Tema para gente entendida que en su momento consolidó el fraude electoral como algo natural y lógico porque el pensamiento del criollaje ignorante no era digno de ser tomado en cuenta. Política de pocos para pocos y en el fondo, la mayoría ignorada.
El destino trágico de esta Argentina fracturada desde su nacimiento organizativo, no ha sido ni la fractura ni la profundidad de la fractura. La verdadera tragedia es haber entendido a este país como un todo. Una clase alta dominante y una multitud de pobres, que han sido unidos, pegados, por así decirlo, por medio de una burguesía fronteriza que ofició de relleno artificial a una fractura real. El corolario fue darle cuerpo de unidad a un todo inexistente.
Allí radica el problema más serio y a resolver de nuestra historia social.
Esta burguesía tiene que tomar conciencia de su rol y habilitar un gran debate para dar solución a la desmembración de la nación. No está en las manos de los ricos ni de los pobres esta encrucijada histórica, ellos tienen claras sus pertenencias, la desolación cultural no los incluye. Es la clase media, que al unir artificialmente un todo inconcebible, da nacimiento a un monstruo social, de esta falsa unidad de forma vienen todos nuestros desencuentros que unificados forman este fondo de dualidad antagónica. De esta reconstrucción social, de esta remembración, surge esta unidad ficticia que oculta una dualidad constitutiva donde se incluyen fallas que son imposible de conciliar y de ahí su permanente ambivalencia.
El dramatismo no está en la separación sino en esta unión monstruosa de algo que debería estar separado.